jueves, 27 de noviembre de 2008

Un joven que se creía Papa Noel II

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[Advertencia: Solamente apto para quienes leyeron el post anterior. Click aquí.]

A Alicia le regalé de todo un poco, como buen Papa Noel (impostor) que era. Salía de mi casa en mi bicicleta convertida en trineo, con una bolsa (mi mochila) llena de regalos, y por ahí encontraba a algún perro vagabundo que hiciera las veces de Rudolph (el pequeño reno de nariz roja) y me guiase hasta la casa de Alicia.

Mis amigos seguro me dirán que no todo es regalos, si está bien apoyo esa idea, pero al inicio ese era mi estilo, una de mis maneras de demostrarle mis afectos y verdaderos sentimientos. Así era yo, un espécimen raro. De no hacerlo y reprimirme, estaría siendo falso e hipócrita con ella y conmigo mismo.

Este post está dedicado a hablar de las piezas y objetos de los cuales guardo un gran recuerdo, yo se que a nadie le interesa saber que le regalé a Alicia. Es más mi querida y loca amiga Anita me dijo que un post así sería recontra aburrido, nadie lo leería, ni siquiera ella que es mi mejor amiga. Pero en fin, no importa. El hecho de escribirlo y recordarlo es un forma de hacer perdurables aquellos instantes de infinita e irrepetible felicidad que me dieron aquellos pequeños detalles que di y recibí.

Volviendo al tema, a Alicia le regalé de todo, desde un chupetín "Globo pop", pasando por un CD con música que yo mismo le grabé, un dibujo que hize de ella, una llamada telefónica dedicándole una canción hasta un gorrito muy fino. No obstante, de todo mi trineo lleno de regalos hay tres objetos con un valor muy especial y sentimental para mi.

Los Choco

Así los llamaba Alicia: Choco, y me encantaba. La verdad sea dicha, desde que conocí a Alicia, descubrí qué cosa eran los chocolates, así de franco. Antes les tenía una total indiferencia, no me interesaban hasta que con ella los empecé a conocer, comer y hasta a querer. Se convirtieron en mi adicción. Mi hermana puede dar fe de ello, nos peleábamos como unos niños revoltosos y egoístas cada vez que papá traía chocolates desde Arequipa. Los quería todos, o la mayoría, para mí.

Le regalé de todos los tipos, tamaños y sabores pasando por los Cañonazos (el chocolate favorito de Alicia) hasta los bombones "Dulce Ilusión" de La Ibérica, los más finos del Perú. Estos últimos me gustaban mucho, por lo deliciosos que eran y por el nombre que tenían, obviamente, en clara referencia a Alicia, mi dulce ilusión.

Sin embargo, de todo ese mar de chocolates, hay solo uno al que le tengo un cariño muy especial, que fue: una cajita de chocolates Viccio de costa. Fue el primer detalle que le hice desde que nos conocimos. Fue un regalo totalmente sorpresivo, además de sencillo y no tan costoso, pero que al final resultó un detallaso, no por los chocolates en sí (quizás hasta no le gusten mucho, quién sabe), sino por la forma como se los di (sorpresa total), eso le dio su valor agregado. La experiencia fue memorable, hasta le dediqué todo un post: Un pequeño y dulce detalle I y II.

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Un gorrito colosal

Fue el último regalo que le hice, fue el más dadivoso y generoso; en otras palabras, el más caro de todos. Pero si era un simple gorrito, ¿qué de extraordinario tenía para que cueste tan caro? La respuesta es simple: Es el único gorro rosado de su tipo en todo el Perú y el globo terráqueo. Solo hay uno en el mundo, y Alicia lo tiene.

Se lo traje exclusivamente de Arequipa, mi país natal. El gorrito era algo parecido al de monchi, aunque un poco más oscuro, con estilo, hecho a mano de fibra 100% baby alpaca, la segunda hebra textil más fina del planeta (por eso de su valor colosal). Era invierno, y como ella era bien friolenta, que mejor que un gorrito, de material muy fino y suave, para que abrigue su linda cabecita del frío atroz que hacía.

Estando de viaje por Arequipa, un día decidí salir de compras (no me gusta hacerlo con frecuencia), naturalmente lo primero que pensaba era en llevarle un recuerdo de mi querida Arequipa a mi Venus de Milo (Alicia). Entonces, tomo un taxi, y le digo al taxista que me lleve a algún lugar, el mejor de Arequipa, donde vendan recuerdos y cosas así. Y me llevo a "Mundo Alpaca" , la mejor tienda de fibra de Alpaca de todo el Perú y del mundo, porque no. Donde más podía quedar que en mi Arequipa, ciudad del eterno cielo azul.

Entro, y me pongo a mirar. Todo muy fino y elegante. Chequeo las prendas de vestir, todas con precios exorbitantes, todos los productos bordean las tres cifras y hasta cuatro y en dólares, felizmente el dólar estaba bajo en ese momento, pero igual todo se hacía demasiado caro. Encima no hay ofertas, ni rebajas en ese momento. Me limito solo a mirar y mirar. En eso me topo con un gorrito, está bonito, muy mono y del color favorito de Alicia. Miro el precio, !Por Dios! !Están locos! ¡Todo esto cuesta un simple gorro!, ni loco pagaría todo eso, con ese dinero hasta puedo poner un negocio de gorros en el Perú. Quién sería el huevas que pagaría esta cifra descomunal, claro a menos que sean turistas, pero un peruano de a pie, como yo, por un gorrito no pagaría esa cantidad, ni de vainas.

Luego, entra un grupo de turistas entre ellos una turista alemana, preciosa, cogió un gorrito (habían solo dos, uno rosado y otro turquesa), y se lo probó. Se miraba al espejo y decía: Oh my god! I love it! It's so cute!, en un perfecto inglés británico. Yo simplemente me quede estúpido, con la mandíbula totalmente abierta señal inequívoca del impacto visual, se le veía lindísima con el gorrito puesto.

En ese momento cerré los ojos y me imaginé a Alicia reflejada en ese espejo, probándose el gorrito, preguntándome mi opinión, y yo diciéndole: te queda estupendo, te ves divina con ese gorrito. Y luego ella preguntándome: ¿Me lo compras? Ferr. Y le digo claro que si, te lo mereces. !Ay gracias¡ Eres divino, me dice ella, y me estampa un beso en los labios y en el alma. Luego escucho una voz, de una chica que me dice muy gentilmente -Hola, te puedo ayudar en algo-. Reaccioné y me desperté de la ensoñación. Vi en la cara de aquella chica una risita burlona, seguro por la cara de huevis que había tenido mientras tanto.

Entonces, sin pensarlo dos veces, le dije: si, quiero el gorro, fui hasta la caja y lo compré. Le dije a la chica que atendía que sacara el precio de la etiqueta, pues no quería que Alicia supiera cuanto había costado. Había sacrificado por lo menos, varias semanas más de estadía en Arequipa con mi familia, duele un poco, pero !bah¡ que importaba, a veces es necesario regalar algo que a uno le duela, sino cual es chiste.

Era un detallazo, un gorrito rosado, fino, muy mono, único y, sobre todo, arequipeño. El regalo perfecto. Qué importa el precio, sería un inspirador sacrifico que seguro tendría una recompensa de valor incalculable, que era tan solo verla sonreír por tan solo un instante.

El gorro era algo así, parecido al de la foto de abajo.

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En nombre de la rosa

En tercer lugar, una rosa rosada. Fue muy especial para mi, porque fue la primera vez que le compraba y entregaba una rosa a una mujer.

Entregar una rosa puede tener varios significados. En mi caso era expresarle de manera sutil, delicada y suave un mensaje amoroso implícito. Además, que era una manera linda de agradecimiento y retribución por haberme regalado la mejor cita de mi vida (lean Un sábado de película). Eso sí, se la tenía que entregar personalmente, en vivo y en directo. Hecho que me llenaba de placer y de nervios, sería mi primera vez, nunca antes le había entregado una rosa a una fémina. Aunque hubiese sido más fácil y menos vergonzoso, mandársela vía delivery. Pero no, yo quería dársela yo mismo. Vivir el momento.

La idea de regalarle una rosa me resultaba emocionante, bonita y romántica, pero también tirada de los pelos, pues solo éramos amigos y regalarle una rosa podía ser algo peligroso de mi parte. Pero en fin, mejor no me complicaba la vida, y simplemente actuaba. Era mejor, más saludable.

Así que, fiel a mi estilo (en ocasiones Kamikaze), la entrega tenía que ser una sorpresa: le llevaría una rosa a la clase.

Fue así que un día cualquiera, me arme de valor y entre a "Rosatel", una de las mejores florerías de Lima, claro, no sin antes investigar un poco sobre el tema de flores y florerías, nunca antes había entrado a una, ni comprado una flor (perdón mamá, pero ni siquiera para el día de las madres, y menos por San Valentín). Hasta ese momento, para mí, un mundo totalmente desconocido, al igual que los chocolates.

Como decía, llego a la florería, abro la puerta y entro. Apenas entro me quedo huevón, todo el lugar está decorado de flores, peluches (los famosos Hugo), vinos, licores y un sin fin de objetos cuyo fin principal era alimentar y celebrar el amor. Me dan ganas de comprar todo y dárselo. Pero no, por ahora, solo quiero una rosa.

Me acerco donde una chica, algo palteado, le digo que, por favor, me den una rosa, solo una, y con caja. Me sentía raro, nunca lo había hecho, nunca imaginé estar en estos avatares, me parecía muy cursi, pero bueno tenía que haber una primera vez. La chica me pregunta, que color de rosa deseaba. ¿Color? pensaba que todas eran rojas. No supe que decir, pero luego recordé que uno de sus colores favoritos era el rosado. Así que le digo ¿Tiene rosado?, me dicen que si, y que ahorita la van a traer.   

Creí que sería algo pequeño, una cajita, simple nomás. Pero no, me traen una cajota como de 60 centímetros de alto, inmensa. Me dicen que es un rosa CPB, ¿Qué coño significa CBP? pensé, en fin no importa. Luego, abro la caja y miro la rosa, es espléndida y bellísima, me emociono, casi al borde de las lágrimas (tipo anime). No me importa cuánto cuesta, la compro.

Luego, me dan una tarjetita. Pregunto bobamente  ¿Para qué es esto?, Me dice que es para que le escriba una dedicatoria a tu novia (así me dicen, con esas palabras exactas). Entonces, pienso silenciosamente, que no era mi novia, ya quisiera, solo éramos amigos por el momento, aunque eso no dependía de mí, sino de ella. Siempre depende de ellas (qué vaina). Pero sí, tenía razón, a quien más le regalarías una rosa tan bella, si no es a la chica que te quita el sueño.

De pronto entra un grupo de chicas, y me miran, ahí sentado con mi rosa, pensando que cosa escribirle en la tarjetita. Volteo y sonríen, les sonrío también, veo que hablan entre ellas, eso me pone nervioso. Trato de no desconcentrarme, y ahora sí, ya sé que cosa ponerle en la dedicatoria.

En la tarjetita le puse.

"Porque en el jardín de la vida, tú eres la flor más bella por sobre todas las flores" Ferr.

Un poco atrevido, pero bonito. Pago y salgo de la florería con mi rosa en la mano. Estaba nervioso y alegre, no era para menos, estaba a minutos de una declaración implícita de amor. Camino rumbo al instituto, la gente que pasa me mira intrigada, seguro nunca antes habían visto a un chico con una rosa, una bella flor que sería entregada luego a otra flor, la más linda de todas.

Sigo caminando, atado más de nervios, pienso que saldrá bien, que será un día distinto y único. Finalmente, llego al instituto.

La idea era entregarle la rosa en la clase. Sorprenderla. Entro al instituto, ¡carajo! la inseguridad otra vez me juega una mala pasada. Quizás mejor no, entregarle una rosa, ya es muy descabellado y tirada de los pelos. Quizás por dármela de tan entusiasta y romántico, termine metiendo la pata. Estoy aun a tiempo para dirimir esta locura.

Encima no me había percatado que ya era tarde, ya habían empezado las clases. Y seguro cuando entre al salón, todos me verían, naturalmente, Alicia también me vería con la caja, y con eso la sorpresa perdería su encanto. Ahora como hago para esconder la caja, que es inmensa.

El salón estaba en el piso nueve, entonces decidí subir por la escaleras para hacerla más larga, no quería entrar al salón, me daba roche. Seguía subiendo, despacio. Hasta que finalmente llegué al noveno piso, mi corazón lo tenía en una mano, latiendo a 10000000000 revoluciones por minuto, y en la otra mano llevaba la caja con la rosa. Entonces, me armé de valor, y decidí ingresar, y cuando estaba a punto de entrar al salón, me arrepentí, di media vuelta y me senté en los pasillos. Pero no, tenía que entrar si o si, ya tenía la rosa en la mano, no había marcha atrás, la locura ya estaba consumada.

Así que me levante, respire profundamente, me encomendé a todos los santos, me olvidé que era agnóstico y caminé en dirección al salón. Ya estaba cerca a la puerta, pero luego me arrepentí otra vez, maldita sea, y otra vez me di media vuelta. En eso cuando volteo, me encuentro con Alicia que estaba regresando del baño. La vi, ella me vio, nos miramos. Trate por todos los medios de esconder la caja, para que no la viera, pero era imposible, fue lo primero que vio. Ya no quedaba otra opción, tenía que dársele en ese momento.

-Hola...

-Hola…

-¿A dónde vas? Pregunto Alicia.

-Este... yo…Iba al baño. Le dije nervioso.

- Ah, y eso ¿Qué es eso que traes ahí?

-¿Qué cosa?, ¿Esto? Ah, esto. Es una caja.... te la traje para ti.

-¿Para mí? dijo Alicia sorprendida.

-Si Alicia, es para ti. Te compré una rosa.

-¿Así? No te hubieras molestado.

-No, no, nada que ver. Simplemente se me antojo darte un regalito. Espero te guste.

-Gracias.

-Además, es una forma de agradecimiento a la salida, del sábado pasado. Abre la caja.

[Ella abre la caja, y sonríe.]

-Ay, ¡Qué lindo que eres! Está muy bonita.

-Es rosada, uno de tus colores favoritos.

-Sí. Gracias de nuevo Ferr, está bien bonita.

(...)

Luego entramos juntos al salón. Esa rosa de abajo es exactamente la misma rosa que le regalé.

 

Rosarosada 

Y bueno de la rosa, ahora, queda solamente el recuerdo imborrable y su nombre.

[Este es el inicio de una serie de post navideños, por eso el tema de los regalos. Mil gracias por entrar. Los dejo con una canción fabulosa "You raise me up" (Por ti seré). Se la dedico a...no es necesario decirlo, ya lo saben. ]

domingo, 23 de noviembre de 2008

Un joven que se creía Papa Noel I

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A la niña Alicia siempre me gusto colmarla de regalos, aún no llegaba navidad ni su cumpleaños, pero yo, mismo Papa Noel, ya le había regalado un montón de cosas (incluidas invitaciones, todo pagado). Ella me decía que no me molestara que no era necesario, y yo le decía siempre -como el profesor Jirafales dice a doña Florinda- que de ninguna manera era una molestia; todo lo contrario, me gustaba hacerle esos detalles, me sentía bien haciéndolos, además que se los merecía por haberme regalado tantos momentos de irrepetible e incalculable felicidad a su lado. Era lo mínimo que podía hacer.

Hasta ese momento éramos tan solo dos amigos descubriendo el amor (bueno, yo más que ella, si acaso) y regalarle muchas cosas, podría ser un poco audaz, arriesgado y pesado de mi parte.

A veces, ser muy regalón puede tener efectos contraproducentes del tipo "Tome Pin y haga Pum" (famoso slogan de Condorito). En otras palabras, dársela de regalón (efecto Pin) puede tener un resultado contrario al deseado, y al final lograr que la chica si te quiera, pero bien lejos de ella, si es que tú no le gustas. O en el peor de lo casos si te quiera pero solo por los regalos que le haces (efecto Pum, un rechazo).

Pero igual me aventuraré a hacerlo. Por Alicia siempre sentí un cariño especial y distinto que trascendía a una simple amistad, era indudable, y quería hacérselo notar desde el inicio. Si bien al principio fuimos amigos, no quería que solo me viera como su estúpido amigo, prefería ser su estúpido novio. Eso quería.

Y darle regalos era mi manera, un poco ortodoxa y boba, de expresarle de manera sutil y prudente lo mucho que me gustaba e interesaba; además, de hacerle saber que siempre la tenía presente en cada segundo de mi existencia. Todo eso se lo transmitía implícitamente sin la necesidad de decírselo con palabras (para lo cual era algo torpe). La canción de abajo resume todo.

"It's amazing
How you can speak
Right to my heart
Without saying a word,

(...)

You say it best
When you say
Nothing at all"

Definitivamente, se lo expresaba mejor cuando no hablaba nada. Mis amigos me decían que hable con ella personalmente y que me deje de cojudeces, y que le diga todo lo que siento por ella, y así poder despejar cualquier duda. Pero había un pequeño problemita: No podía. No porque no quiera (al contrario, me moría de ganas de hacerlo), sino que simplemente no me salía, me daba mucha vergüenza, roche y temor declarármele. Era muy tímido.

Me acuerdo que cuando recién la conocí, me resultaba jodidamente difícil y complicado expresarle lo que sentía por ella en palabras y en frente de ella. Por ejemplo, decirle lo lindísima que estaba en ese momento o lo mucho que me gustaba. Simplemente no podía, me trababa, mi cerebro se bloqueaba, no reaccionaba, me quedaba en blanco, sin tan solo poder conjugar el más simple sujeto y predicado de un: "Alicia eres bellísima" o "Alicia me gustas mucho". La estúpida timidez, la inseguridad o no sé qué diablos era, qué simplemente no era capaz de hacerlo. Era un cero a la izquierda cortejando a una chica.

Asimismo, me daba un miedo y temor terrible que me rechace estando ahí presente cara a cara, yo que soy malísimo para disimular cualquier tristeza, siempre se me nota, y lo más probable es que me pusiera a chillar delante de ella. La escena hubiese sido de lo más patética. De suerte que, para evitarme ese papelón estaban los regalos que podían expresar mi cariño infinito sin necesidad de hablar, ni entrar en tanto rollo, era genial. Y más aún si no soy bueno hablando, los regalos me podían dar una manito, compensándome cualquier debilidad en el arte de la elocuencia.

Haciendo un flashback, recuerdo que un día arto de mi actitud caricaturesca, decidí cambiar y lanzarme.

(...)

[[[[ Al finalizar nuestras clases en el Instituto, estaba dispuesto a todo, le diría si o si, hoy, alguna palabra bonita, un piropo, una lisonja enfrente de ella, en vivo y en directo, ya no por messenger o ni correo electrónico, no sirve.

En toda la clase no hice más que elaborar en mi mente los discursos que le diría. Estaba en otra, siempre me teletransportaba a otra dimensión cuando estaba con ella. Cerraba los ojos y me imaginaba a Alicia y yo perdidos en una playa cerrada solo para nosotros, abrazados, viendo el "Sunset", escuchando el romper de las olas, recibiendo la brisa del mar en nuestros rostros, escuchando a las gaviotas, persiguiendo a los cangrejos y dibujando en la arena, enmarcado en un corazón atravesado con un flecha, las letras de un soñado "Alicia y Ferr".

Sonó el timbré, me desperté de la ensoñación profunda en la que estaba. Maldije al timbre, y al señor que toca el timbre. Salimos de la clase juntos, siempre juntitos, éramos inseparables (mejor dicho, yo no me separaba de ella). Mientras hablábamos Alicia me dijo que saldría con sus amigas más tarde y se tenía que ir rápido; de modo que, no tenía mucho tiempo, tenía que llegar al tema de fondo cuanto antes, que era decirle lo bella que estaba, o que tenía una hermosa sonrisa que le iluminaba el rostro como un sol.

¡Pero no podía!, estábamos conversando tan bien, que quizás diciendo una palabra o frase torpe o fuera de contexto "la cágue" y meta las cuatro. Pero igual, tenía que decírselo. No podía callarme más.

Ya estábamos cerca al paradero y le digo:

-Alicia, este...como te digo, sabes.....

-¿Qué pasa?, dime.

-Alicia, quiero decirte algo, es importante. Si no lo hago voy a enloquecer más.

- No exageres. ¿Qué cosa tienes que decirme? Dime al toque que ya me tengo que ir. Tengo que salir con mis amigas.

-Está bien. Alicia, tú...

-¿Yo?....

-Tú....

-¿Yo...?

-Tuuuu......... me tienes que ayudar, he salido mal en el examen parcial. Porfa, necesito tu ayuda. Tú sabes más que yo.

-Estás bien, no te hagas. Bueno, ahí viene mi carro, me voy. Bye.

Me quedé mirando el carro, que se iba con ella, hecho todo un huevas. Maldita sea ¿porqué no puedo?, ¿qué es lo que me pasa? Pero no había forma, tenía que destruir esta estúpida timidez hoy día. No podía continuar así, existía ya una necesidad vital de expresarle mis verdaderos sentimientos, que ya no eran de una simple amistad. Ya no lo aguantaba más, era como una olla a presión a punto de estallar.

De manera que, rápidamente busqué un micro, de la misma ruta, lo tomé, y la seguí hasta su casa. En ese momento avalé que el micro vaya a toda velocidad, me gustaba eso, sí, y que el chofer se alucine "Meteoro" para de ese modo, vaya lo más rápido posible y alcanze al micro donde estaba Alicia.

!Maldito micro, anda más rápido¡ pensaba. Y parece que me hicieron caso, hubo un momento en que los dos micros estaban juntos, y pude ver a Alicia sentada con su cabello marrón rojizo. En eso ella voltea. Felizmente tenía la capucha puesta, y me volteo también. No me vio. Luego su micro aceleró y desapareció. Ya cuando estoy cerca a su casa, mi micro toma otra ruta, entra por otra calle. !Puta madre¡ ¡Maldito micro! Bajé de inmediato. Vi a Alicia a lo lejos que entrada a su Condominio. Yo estaba a tres cuadras de distancia; asi que, que corrí y corrí enloquecidamente, tenía que alcanzarla antes que entrara a su casa. Felizmente, llegué a tiempo, cansado, sin aire, transpirando y a las justas pude decir:

-¡Alicia!

(No me escuchaba, estaba con su Ipod a todo volumen, así que me puse delante de ella.)

-¿Fernando?, ¿Porqué corres? ¿Qué haces aquí?. Dijo Alicia, sorprendida.

-Este, es que se me olvido decirte algo Alicia, disculpa...

-Qué loco que eres jaja...dime ¿qué querías decirme?

-Alicia....

(De pronto me quedé mudo, cinco segundos después reaccioné.)

-Alicia, solo quería decirte que..... Tienes unos ojos preciosos.

(Ella no supo que decirme en ese instante, luego me dijo.)

-Gracias. Qué lindo.

-También quería decirte...que...este....hablando de cosas lindas, lindo día ¿no?

(Le dije eso en época de invierno, el cielo estaba gris, nublado color panza de burro).

-¿Lindo día? Si está nublado jaja.

-¿Está nublado? ¿Tú crees? Porque yo veo un sol espectacular.

-¡No!, está nublado. No ves.

- Yo en este momento estoy viendo un sol radiante. Se lo decía, mientras la miraba fijamente a los ojos y ella me sonreía.

- Jaja. Tonto. Me voy a poner colorada. Fernando en serio, tengo que salir. Nos mañana sí.

- Si, está bien. Chau Alicia. Cuídate mucho.

Y entró a su casa. Yo me quedé afuera, parado, todavía temblando y viendo su hermosa casa durante varios minutos. Fue la primera vez que le dije lo linda que era, y los bellos ojos que tenía en vivo y en directo. Simplemente no lo podía creer. Esa noche no pude dormir, pensaba y pensaba en ese momento histórico. ]]]]]

(...)

Bueno, volviendo al presente y al tema de los regalos. Más allá de impresionarla (y eso que Alicia no se deja impresionar fácilmente con regalos) y de demostrarle mi cariño y mis verdaderos sentimientos sin tanto palabreo. El único fin supremo de los regalos era tan solo sacarle una sonrisa. Una linda sonrisa de valor incalculable. Solo obsérvala mientras la niña Alicia abría feliz sus obsequios (que un torpe Papa Noel le había traído, osea Yo) me hacia completamente feliz.

Continua en la segunda parte.

[Ya que estamos ad portas de la Navidad. Les dejo esta canción que es fantastica. Un regalo para sus oidos, se llama The first Noel (la primera navidad). Ciertamente, pronto llegará mi primera Navidad desde que conocí a Alicia.]

martes, 11 de noviembre de 2008

Yo y Alicia (el burro por delante)

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[Advertencia: recomiendo antes leer los post  "Un pequeño y dulce detalle I y II"  y  "Un sábado de película". ]

La conocí un día de verano, aquellos días en los cuales uno está más proclive al amor y a enamorarse más que en cualquier otro momento del año. La conocí no precisamente en alguna playa del sur de Lima, hubiera sido lo ideal y muy romántico, sino en una aburrida clase de un conocido instituto limeño. La vida y el destino confabularon (más a mi favor) para que dos almas gemelas se encontrasen, y nos dio solo una oportunidad para que ello ocurriese; por esta razón, nos colocó juntos en la misma clase, en el mismo local, el mismo mes y en el mismo horario. Si bien no estábamos en la playa, aquel salón estaba siempre irradiado por un sol espléndido, a pesar de que llevaba clases por las noches, todos los días veía un sol radiante y resplandeciente que iluminaba mi alma y la hacía caer en la ensoñación más profunda. Esa estrella luminosa e inalcanzable llevaba el nombre de Alicia.

 

La primera impresión que tuve de Alicia fue que me pareció una chica de belleza exuberante, cada vez que la veía sonreír me inspiraba una mezcla de bondad, ternura y placer. Todo en ella atrajo inequívocamente mi atención desde el primer instante en que la vi, su cabello, su nariz, sus labios, su figura, su look, sus "Converse", su forma de caminar, pero sobre todo sus grandes ojos, que reflejaban una mirada tan llena de sensualidad como de inocencia, y que encontré tremendamente irresistible. Bastaba ver esos ojos color caramelo monterrico (marrón oscuro) por un instante para sentir esa tranquilidad y paz después de la tormenta. Por eso nunca falté a ninguna clase, solo por verla.

Mi vida después de llevar con Alicia el mismo curso cambiaría en su totalidad, no volvería a hacer el mismo de antes, nada sería igual.  Mis dogmas darían un giro de 360 grados; por ejemplo, mis dogmas en relación al amor. Debo confesar que, antes que Alicia llegara a mi vida, estaba comenzando a dudar de la existencia del amor y de mi mismo como ser capaz de amar; ya no creía en el amor y mucho menos a primera, segunda, tercera o cuarta vista. Lo consideraba un error, manifestaba con énfasis entre mis amigos que era imposible que un hombre y una mujer llegasen a enamorarse con tan solo mirarse. Era absurdo. Además, la verdad sea dicha, si bien anteriormente había tenido una par de enamoradas, fue cualquier cosa menos amor.

 

Pero todo cambió, y de un chispado y un flechazo. Mis ideas sobre el amor se fueron derechito al diablo cuando vi por primera vez a Alicia. Por accidente o azares del destino encontré en la clase 406 (ese es el número del aula en el que llevamos el curso) aquello que hasta el momento había buscado en todos lados y nunca había encontrado. Pero como yo estoy destinado, ya es una ley inexorable en mi vida, a que la cosas que planeo con premeditación minuciosa, nunca se cumplan por equis razones, terminé encontrando suertudamente, accidentalmente y cuando menos me lo esperaba, en la clase 406, lo que por años había estado buscando sin ningún éxito: una niña tan linda como Alicia.

Como no todo podía ser un lecho de rosas y haciendo gala de mi infinita estupidez, casi tiro a la basura la única oportunidad que me había dado la vida de poder conocerla .

Me acuerdo el último día de clases, en el cual nos entregaban los resultados de los exámenes finales. Era el último día que la vería; de modo que, estaba dispuesto a vencer cualquier temor y hablar con ella sea como fuese, sí o sí (no lo había hecho en todo el ciclo por cobarde y huevón). Y no solamente era hablar con ella de cualquier disparate que se me ocurriese, sino además pedirle algún correo o teléfono, lo cual ya era demasiado osado, atrevido y peligroso; pues, ella podía captar el mensaje (de que me gustaba) y mandarme al diablo sutilmente dándome un teléfono o correo fraguado. Pero, que más me quedaba, tenía que hacerlo.

Comenzó la clase, fui el primero en recibir sus resultados (catastróficos) y salí del salón. Entonces, me quedé afuera a esperar a Alicia a que saliera para abordarla y hablar con ella. Como se demoraba un poco en salir, decidí ir al baño, iría lo más rápido posible para no perderla de vista. Hago lo que tenía que hacer, y cuando llego al salón para ver si seguía ahí, me doy con la sorpresa de que ¡YA NO ESTABA!, se había ido. !Puta madre¡. Pregunté a todos alguna pista de su paradero, pero nadie sabía nada. Busqué por todos lados, pero se había ido, y para siempre.

Me deprimí horrores, me amargué y renegué conmigo mismo, me odié, me increpaba que era un imbécil graduado con honores, un LOSER  total. Jamás la volvería a ver, o las probabilidades que otra vez nos encontremos eran microscópicas. La oportunidad que me había dado la vida de poder conocerla la había hecho trisas y luego tirado al tacho de basura.

Ya no podía hacer nada, tenía que resignarme a este fatídico destino. Jamás sabría lo que hubiese ocurrido si le hubiese hablado. La vida jamás de los jamases me perdonaría este pecado de omisión. El hecho de no haber hecho algo, que debí hacer y podía hacerlo, pero que por cobarde y babosaso no lo hice y lo deje pasar, me deja una sensación de angustia espantosamente terrible y dolorosa. Los arrepentimientos no cuentan, ya estaba perdido ya no había forma de recuperarla y encontrarla. Resignado, me largué del instituto.

Necesitaba hablar con alguien, de manera que llamé a uno de mis mejores amigos: Daniel. Le conté el infortunio, y me confirmo lo huevón y bestia que había sido, tenía razón. Me dijo, que si en verdad sentía algo especial por ella, que la buscara y que ya me dejara de huevadas. Pero eso era imposible, hasta ese momento no sabía más de ella que tan solo su primer nombre: Alicia. Finalmente, Daniel me dijo, que hiciera lo que quisiera, pero, eso si, que me dejara llevar solamente por lo que dijera mi corazón e intuición, lo demás era secundario, incluso su opinión. Demasiado cursi, pero tenía razón. Después para subirme el ánimo me dijo que la chica que el estaba persiguiendo había aceptado estar con él en tiempo record. Me alegro por ti, le dije, aunque era mentira, o nose, o no me importaba, me daba igual. En lo único en que pensaba era en Alicia y en subsanar mi estupidez de proporciones elefantiásicas.

Fue entonces, que ayudado por los sabios consejos de Daniel y siguiendo los dictados de mi corazón, me desahuevié y puse en marcha mi plan de búsqueda de Alicia. Tenía que recuperarla, tenía que buscarla por cielo, mar y tierra de todo el Perú, y así lo hice y  tuve la suerte inmensa de hallarla ese mismo día (el cómo es otra historia, que quisás hable en otro post). 

(...)

Luego de aquel primer encuentro celestial con Alicia, que cuento al inicio de este relato, y después de conocerla un poco más durante un par de meses, llegué a la conclusión de que había llegado a una etapa en mi vida en la cual estaba en problemas, y muy graves: me estaba empezando a enamorar de ella. Un momento, como demonios podría saber si era amor si nunca antes me había enamorado de verdad, ¿Qué era eso? ¿Cómo saberlo? ¿Estaba realmente enamorado de ella? No había forma, si recién la conocía, era absurdo. Ni hablar, no era amor, sino una simple ilusión adolescente, una fantasía momentánea.

Sin embargo, no había forma de saberlo. Seguro ya se me pasaría, y otra vez volvería a mi estado natural de soledad. Pero no fue así, pensaba en Alicia y en esa sensación todo el tiempo, no podía ignorarlo. Finalmente, me di cuenta de que ya no había escapatoria, ya era demasiado tarde, aquel mal, aquella ilusión se había dispersado por todo mi organismo afectando principalmente mi cerebro y corazón, era irreversible, ya no podía controlarlo.

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Sin lugar a dudas e irónicamente, mi cura (y mi mal) era Alicia. Así que luego de un par de meses de ir explarandonos y conociendonos, decidí actuar y fuerte. Ya no callaría ni reprimiría más este sentimiento hacia ella. Le demostraría con cautela, paso a paso, poco a poco (para no pecar de cargoso y regalado, eso es poco atractivo) lo mucho que me gustaba. Iría llenando poco a poco la piscina en la cual iba a hacer un clavado olímpico, le diría en vivo y en directo lo locamente enamorado que estaba de ella. Debo admitir, que no sabía muy bien estos avatares del flirteo (por no decir nada) y podía pecar, ya más, de torpe, tonto y burro.

Y eso se agravaba si estaba enamorado ella. Una vez leí que “Cuando se está enamorado se liberan ciertas hormonas que tienen un efecto similar al causado por las drogas”. La verdad sea dicha, es así, sino, no haríamos una serie de estupideces, es como si el cerebro se bloqueara (por el virus de amor), no entendiera de razones lógicas y se perdiera el sentido común de la cordura.

Volviendo al tema, era consciente que no todo podía ser tan romántico, pues existía un riesgo. De no llegar a ser correspondido, sufriría y bastante, así como conocería lo que es el amor, también sentiría (por primera vez) lo que era el dolor y el sufrir por amor. Aunque, pensandolo bien, esos sentimientos son indesligables, van de la mano, uno lleva al otro. Una vez una amiga me comento que "un corazón que sufre, es porque ama". ¿Sería cierto? ¿Tenía que sufrir? ¡bah! No me importaba, me arriesgaría.

De manera que, decidí jugarme el todo por el todo, apostar todas mis cartas, jugarme todas mis acciones en esta aventura descabellada con Alicia. Era un locura, sí, las posibilidades de ser correspondido, creía yo, en ese momento eran como de 10 en un millón. Pero al menos había alguna oportunidad, había esperanza. Confiaría en que todo saldría bien.

Claramente muy cursi, pero honesto.

Continuará....

[La siguiente foto fue tomada por la encantadora y blogger Alicia Bisso,  la tome prestada. Me pareció que encajaba como añillo al dedo al relato. Me encanta. No se confundan la protagonista del relato es otra Alicia xD]

 ALICENTRALPARK

martes, 4 de noviembre de 2008

¿La dama o el tigre?

dammaa

Hoy quiero compartir con ustedes un cuento fantástico, un relato que nos muestra los dilemas fatídicos que en ocasiones la vida nos impone, además nos muestra hasta donde puede llegar el verdadero amor o los celos. Definitivamente, uno de los mejores cuentos que he leído en mi vida.

Este cuento fue escrito por Frank R. Stockon, escritor americano, en 1882 y lleva por nombre a manera de pregunta: ¿La dama o el tigre?

Estuve buscando por el cielo, mar y tierra de Google el cuento completo en castellano, pero fracasé, no existe en el universo de la Internet. Google no podía ser tan perfecto al fin y al cabo. Solo encontré diferentes versiones, pero en inglés.

Sin embargo, buscando en mi paupérrima biblioteca personal, lo encontré bien relatado y con buen estilo, en el libro "El valor de elegir" de mi tocayo, el escritor y filósofo español, Fernando de Savater.

Así que a continuación transcribiré el cuento para que lo disfruten, tanto como lo hice yo.

Se dice que en la remota antigüedad vivió un rey semi-bárbaro que administraba justicia de un modo a la vez espectacular y caprichoso. Para castigar los delitos especialmente graves había imaginado una singular ordalía (ritual). El acusado era conducido cierto día señalado a la arena de un circo en cuyas gradas se apretaba todo el pueblo reunido. Ante él había dos puertas. Tras una de ellas aguardaba un tigre hambriento, el más fiero y glotón que se había podido conseguir para la ocasión; tras la otra estaba una hermosa doncella, atractiva y virginal. Sólo el rey conocía al inquilino que aguardaba en cada puerta.

El reo debía elegir forzosa e inmediatamente una u otra de ellas: en ambos casos, su suerte estaba echada. Si aparecía la fiera, moriría destrozado en pocos segundos; si salía la dama, debía desposarla sin dilación y con la mayor pompa, apadrinado por el propio monarca, derogándose cualquier matrimonio o compromiso que pudiera antes haber contraído. Queda a gusto de cada uno determinar cuál era el destino más cruel...

En cierta ocasión, Fernando, un simple plebeyo y lacayo, estaba acusado de un delito especialmente grave. Se había atrevido a cortejar en secreto a Alicia, la hija única del rey, y ésta había correspondido apasionada y clandestinamente a su amor.

Para su juicio en la arena fatídica, el bárbaro rey se esmeró especialmente en la búsqueda del más voraz de los tigres pero también seleccionó a la más deliciosa de las doncellas como alternativa.

Convulsa, la princesa Alicia se vio lacerada por una doble angustia: a un lado, ver el cuerpo tan querido y acariciado despedazado a zarpazos del pobre Fernando; en el otro, contemplarlo unido conyugalmente con una señorita preciosa, a cuyos encantos ella sabía bien que el joven culpable no era precisamente indiferente.

Con ardides de mujer y arrogancias de princesa, logró enterarse de cuál era la puerta que en la arena correspondía a cada uno de ambos indeseados destinos.

El muchacho apareció sobrecogido en el circo, abrumado por la expectación de la multitud. También él conocía el íntimo dilema de su amada y desde el ruedo le lanzó una mirada de súplica: « ¡Sólo tú puedes salvarme!»

Con gesto discreto pero inequívoco, la princesa Alicia señaló la puerta de la derecha. Y por ella optó sin vacilar Fernando. De manera que, llegó hasta la puerta y la abrió.

(...)

Ahora transcribo cómo concluye su relato Stockton: «El problema de la decisión de la princesa no puede considerarse con ligereza, y yo no pretenderé ser la única persona capaz de resolverlo. Por lo tanto, dejo que respondan todos ustedes:

¿Quién salió por la puerta abierta... la dama o el tigre?»

Antes de responder a la pregunta te recomiendo y exigo querido(a) lector(a) escuchar estos audios, donde se dan más detalles de este relato fantástico, y quizás, oyendolos con atención, puedas resolver tus dudas de quién salió por la puerta: ¿la bella dama o el tigre glotón?

La dama y el tigre (primera parte)

La dama y el tigre (segunda parte)

[El siguiente video, es una escenificación amateur de esta historia.]