Qué sería de nuestras vidas sin esos pequeños detalles...
Hoy me levanté con unas ganas viscerales de escribir y revivir un gran recuerdo, más que un recuerdo fue un hecho histórico: el primer pequeño pero gran detalle que le hice a una chica. Me acuerdo como si hubiera ocurrido ayer, hoy o hace unas horas.
A Alicia la había conocido en mis clases de inglés de un conocido instituto limeño, aparte de poseer una belleza inexplicable, exótica y exuberante; tenía algo que me atraía mucho que no pasaba por lo meramente físico, había algo especial en ella (que todavía no lograba descubrir qué era) que me gustaba mucho y me tenía enganchado de pies a cabeza, motivación suficiente para actuar de la manera más irracional posible y hacer las cosas más impensadas y ridículas, que en un momento de lucidez mental y sensatez jamás las haría ni loco.
En fin, nos conocimos en marzo, luego dejamos de vernos y tener comunicación alguna hasta junio donde comenzamos a mandarnos mails y hablar por fono de vez en cuando. Estábamos como en un “periodo de prueba a distancia”, por así decirlo, para ir conociéndonos y ver qué pasaba después. Naturalmente, el único huevas que pensaba eso era yo, pues para ella era un pata más, un ser neutral, una planta y la posibilidad de YA tener un “periodo de prueba” para ver como resultaba la relación era impensable e improbable para ella en ese momento. Más alucinado no podía ser, pero en fin soñar no costaba nada.
Antes de comenzar este relato, debo decir que este detalle jamás lo planeé, ocurrió de la manera más fortuita e inesperada ese mismo día, y precisamente ahí está el secreto que haya salido tan bien. Por lo general, la cosas que planeo o me salen mal, o me salen al revés o no me salen por equis razones. Desde ese momento, decidí no planear nada de nada, sino que me dejaba llevar por el momento, el presente, el día a día, las circunstancias, el destino, etcétera. Y si que me resultó.
Bueno, resulta que un viernes en la noche, fui a mi querida PUCP para una práctica dirigida de contabilidad financiera, y durante el break de mi práctica me llene de valor y decidí llamarla (la llamaba un día sí y un día no, así que ese día ya tocaba) para ver cómo estaba y saludarla; una llamada nada fuera de lo normal en su contenido literal, pero extraordinaria en su contexto-espacio y tiempo.
El ritual de llamarla (pensar en llamarla, sacar el celular, buscar su nombre, apretar SEND, esperar y hablar) era todo un acontecimiento, el coraje de solo hacerlo me llenaba de adrenalina pura (soy algo tímido debo admitirlo); el buscar su nombre, apretar SEND y esperar a que me conteste era uno de los momentos de mayor intensidad, placer y de suspenso que pueda haber tenido, casi comparable a la experiencia de cachimbo, cuando uno espera nervioso los resultados (catastróficos) de su examen de ingreso.
Durante ese efímero tiempo de espera que se hace eterno para que me conteste, me encontraba transpirando, intranquilo y analizando silenciosamente todas las cosas que pensaba decirle ¿para qué? Si en el momento que me conteste, lo más probable es que me quedara en blanco, en cero, sin saber qué decir como siempre ocurría.
Bueno resulta que aquella noche nunca me contesto, le timbré y le timbré pero nada. Obviamente, me quedé inconforme, pues yo quería hablar con ella ese día pero ya no podía, porque ya le había timbrado 3 veces, y timbrarle más veces hubiese quedado mal, quizás se hubiese molestado (lo cual representaban puntos en contra), ni hablar. Pero igual me quede con la espina, quería hablar con ella, quería escuchar su voz, quería que ella se acordara de mí, de mi presencia y de que existía, aunque sea por un ratito.
De modo que me senté en una piedra picuda (es una forma de decir para pensar rápido en momentos de emergencia, no piensen mal) para pensar cómo hacerle. Cuando de pronto, se me ocurrió entonces algo: darle una sorpresita, regalarle unos chocolates. No es gran cosa, lo sé, es de lo menos original y más común que existe también lo sé; pero, la forma como se los daría haría la diferencia, le daría su valor agregado, su plus. De modo que, tenía que ser original, creativo y, lo más importante, inesperado.
Al inicio me palteaba la idea, pues yo en mi vida le había regalado unos chocolates a un fémina en plan de flirteo, era mi primera vez. Así que me puse a pensar en las mil pastrulas posibilidades de cómo ella podía reaccionar para darme una idea de lo que me esperaba. Primero pensé, quizás piense que quiero algo más con ella, pero si no le gusto lo más probable es que se aleje y no me quiera hablar más; luego pensé, quizás le parezca un detalle lindo, claro y como soy simpático (no es que sea un adonis, pero no soy feo tampoco) quizás continúe con el jueguito; y finalmente en un escenario más fatídico: de repente no le gustan los chocolates o está a dieta (pero que boludo a que mujer no le gusta el chocolate, tendría que ser de otro mundo), pero quien sabe podía ser una posibilidad.
Existían muchos riesgos, la maldita inseguridad se apoderaba de mi, pero para darme fuerzas internas, en ese momento me acorde de una máxima de Sócrates que había aprendido en una clase de Ética (con una profesora guapísima) y de algo me tenía que servir para mi vida, por la puras no me había leído los Diálogos de Platón donde está dicha máxima de carácter imperativo (como norma de vida):
“Una vida sin examen no vale la pena ser vivida”.
Pero yo la modifiqué a:
“Una vida sin riesgos no vale la pena ser vivida”.
Tenía razón, que tanta vaina, pensé. Así que decidí lanzarme a darle una sorpresa. No tenía mucho tiempo, me fugué de mi práctica dirigida durante el break, salí al paradero y tome la Chama con destino al: Instituto Cultural Peruano Norteamericano donde iba a tener clases.
Una vez que hablamos por fono, ella me comento que se había matriculado en el Icpna en el último horario. Así que tenía tiempo, faltaba una hora para que empiecen sus clases. Durante el trayecto en el micro, me puse a pensar en cómo hacerle llegar los chocolates a sus manitas suaves y delicadas sin que ella me viera y menos que sepa que era yo quién se los enviaba. A la final esa era la idea, que sea una SORPRESA. Quería maravillarla, conmoverla e impresionarla con algo imprevisto que ella nunca se podía imaginar que le sucedería aquel día. Eso les gusta a las féminas, las sorpresas.
Ya la tenía, ya sabía cómo hacerlo. No obstante, para que todo saliera bien, no bastaba con mi entusiasmo optimista, pues esta sorpresa se me podía derrumbar cual castillo de naipes si no cumplía con algunos requisitos importantes que estaban totalmente fuera de mi control. En primer lugar, encontrar unos chocolates buenos, ricos, presentables y de calidad que cuesten 5 soles, no tenía más en ese momento. En segundo lugar, que mi amiga Marilú, que había repetido, se haya matriculado justo en su mismo turno y además vaya a ese día a clases (no tenia su celular por eso no podía saberlo ni ubicarla). Finalmente y requisito principal, que Alicia asista a clases ese día, lo cual era bastante impredecible, si sabemos que ese día era viernes y encima el último horario (si yo fuera ella no iría, mis viernes son sacrosantos e intocables).
Todo esto estaba fuera de mi control solo tenía que tener fe en mi buena suerte y encomendarme a la mano milagrosa, a San Judas Tadeo y al Divino niño para que me dieran una manita y todo salga como lo había pensado, de paso de que me protegieran en ese momento de tanto accidente y de cada “chofercito carretero” loco. Ese era el día D, día clave, y sería desastroso y hasta tragicómico que justo me pasara algo, ni pensarlo, tenía que llegar sano, salvo y completo al instituto. Y así ocurrió, felizmente.
Una vez que bajé del micro, me dirigí al supermercado más cercano. Entré y busqué la sección de "Bombones y chocolates", que hasta ese momento para mi era una dimensión totalmente desconocida. Jamás pensé que iba a estar en esos avatares de comprar chocolates a una chica, pero bueno tenía que haber una primera vez.
Había demasiados, para todos los gustos, todos los tamaños, formas, sabores y precios. Como de chocolates sabía lo mismo que de microcirugía cerebral con química cuántica espacial, no sabía cual elegir. Pero para mi buena suerte, encuentro un cartel en el que estaba escrito: "OFERTA DEL DÍA: CHOCOLATES VIZZIO DE COSTA A S/ 5.20 " (cuando su precio normal es S/ 8). ¡¡5.20!! Demasiado bueno para ser verdad, solo tenía 5 soles y algo más, exacto para pagarlos. Qué suerte carajo, más contento no podía estar, unos chocolates presentables y ,me imagino, ricos de oferta. Hasta ese momento todo estaba saliendo bien.
Continuará.....
[Quiero compartir un poco de mis gustos musicales, una de las bandas que me vacila mucho es Pearl Jam en especial esta canción: Jeremy, un temón.]
4 comentarios:
que loco amix tdo lo que hiciste por Alicia , Alicia se llama ?????????' jeje bueno como sea que lindo ya me hubiera gustado que alguien haga eso por mi ( hombre),ya pes aunque sea tu sorprendeme con cocholates jejee, bien eh tienes que hacerte tu libro .facil la haces.
wuau....mostro la forma como describes las cosa q haz tenido q hacer pra llegar asia tu amada
chevere ojala todos los hombres fueran asi de romanticos q lindo.
me haz dejado con la curiosidad espero pronto ver la 3ra parte me encanta como escribes tienes alma de escritor.
INTERESANTE TU CARTA A DIOS AMIOO,BUENO NADIE DISCUTE TU IDEAS, OPINION CON RESPECTO A DIOS,CREO Q YA VENIMOS INCULCADOS ASI Q DIOS EXISTE,Y SGUIMOS CN ESA IDEA,PERO TU AHORA NO STAS CONFORME CNTIGO MISMO POR ESO TU REACCION PODRIA DECIRSE ASI,PERO LOS DEMAS TEMAS INTERESANTES ESO SERIA COMO PARA LOS DEMAS CHICOS COMO PODER LLEGAR A UNA MUJER LA MUJER Q DESEAN Y LES INTERESA D VERDAD. BIEN AMIGUITO , HICISTE MUCHO Y LO QUE CREISTE Q ESTBA BIEN. SIGUENOS CONTANDO MAS SOBRE TU VIDA.
Guauuuu en si todo tu blog es super interesante, super emocionante y contiene cosas muy ciertas. de todo nuestro entorno..supersticiones etc..te felicito amigo!!!..me encanto el fin del mundo y como no se sabe cuando acabara..a portarse mal todo lo que se pueda jejej.....una pekeña broma..Besos!..suerte.
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